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Los ecosistemas de Innovación

Articulo escrito por Enrique Martín

Publicado por opoveda
miércoles, 13 de noviembre de 2013 a las 10:57

En primer lugar, permitan que les presente a los CEEIS.

Los Centros Europeos de Empresas Innovadoras de la Comunidad Valenciana, fueron promovidos por la Generalitat al amparo de la Red Europea EBN, del Programa de Promoción “Business Innovation Centers”, puesto en marcha por la Comisión Europea desde 1984.

Esta iniciativa cuenta en la actualidad con más 160 centros en 21 países de la UE. En España forman parte de la misma - a través de ANCES (la Asociación Nacional de CEEIs de España)- 30 centros distribuidos en todo el país, 4 de ellos en la CV, en las localidades de Alcoy, Castellón, Elche y Valencia.

Los CEEIs tienen forma jurídica de asociación civil, con encomienda de gestión de intereses públicos y participación de las AAPP en sus órganos de gobierno. Prestan servicios de interés general, promoviendo el espíritu empresarial y la innovación y concentrando sus esfuerzos en un tipo de emprendimiento muy especial: el emprendimiento innovador.

Dentro de un triángulo de instituciones intermedias de apoyo al emprendimiento innovador, los CEEI se ubicarían entre las instituciones científicas de la cúspide, dedicadas a la I+D (Universidades a través de sus parques científicos), y las instituciones situadas en la base de la pirámide que apoyan al emprendimiento no innovador (como las ADLs).

Los CEEIs, que son los creadores en España de conceptos como las EBT, defendemos un concepto realista de innovación, a la escala de nuestra economía. La I+D, las letras grandes de la investigación y el desarrollo, exigen mucha inversión y tienen un retorno a muy largo plazo, muchas veces incompatible con la dimensión de nuestro actual tejido productivo.

Sin abandonar ninguna opción, porque este país puede y debe diversificar en sectores de la nueva economía, sólo la “i” pequeña – la innovación – puede garantizar la rápida creación de riqueza y empleo. La “i” pequeña es, por ejemplo, invertir en políticas de diseño, marca y distribución, o incorporar nuevas tecnologías en los procesos productivos: está al alcance de todos. Incluso un restaurante innova cuando cambia su oferta de tapas para adaptarse a las exigencias de su clientela.

Para conocer la aportación de valor del CEEI de Elche basta saber que ha ayudado a poner en marcha en los últimos ocho años más de 400 nuevas empresas. En este tiempo el CEEI ha ofrecido asesoramiento técnico a cerca de 9.000 emprendedores y empresarios alicantinos, ha organizado más de 300 jornadas de divulgación de la innovación y ha firmado más de 50 convenios de colaboración con instituciones económicas y sociales de la provincia de Alicante.

Como representante, pues, de un organismo intermedio, entre la Administración y los emprendedores, me gustaría analizar, siquiera de forma tentativa, las condiciones que permiten el desarrollo de un ecosistema de innovación.

Aclaro, en primer término, que soy un firme defensor de la innovación como paradigma de competencia. Las empresas, organizaciones y sociedades compiten básicamente con ideas. El mercado es una lucha de estas organizaciones por crear conocimiento competitivo y protegerlo legalmente frente a los competidores (a través, entre otros medios, de la legislación de propiedad industrial).

A mi juicio, todo sistema de innovación se construye, fundamentalmente, con la acumulación de cuatro formas de capital: el capital institucional, el capital intelectual, el capital humano y el capital financiero. Por tanto, como primera conclusión, debemos constatar que la innovación como estrategia de competencia colectiva es propia de sociedades desarrolladas y no sólo una condición para su desarrollo.

La presencia desigual de estas formas de capital explica además la falta de un verdadero ecosistema mediterráneo de innovación, cuya consecución podría ser sin duda un objetivo político loable de nuestros Gobiernos.

1º.- EL CAPITAL INSTITUCIONAL: LIBERTAD Y LEYES.

De entre todas las que he citado, la primera forma de capital necesaria en un ecosistema de innovación es el capital institucional, cuya esencia es la libertad y el conjunto de leyes que la preservan.

Las sociedades innovadoras son aquellas que descansan fundamentalmente en la iniciativa privada, reforzando los mecanismos de la libre competencia y estimulando el emprendimiento como fuente de riqueza colectiva.

Por el contrario, como ha demostrado la historia, las sociedades estatalizadas están condenadas a la obsolescencia y la regresión.

En el entorno de economías libres, es además preciso establecer un clima favorable a los negocios y un marco legal y tributario que estimule la actividad innovadora y la reinversión productiva en I+D+i.

Entre las medidas legales con más impacto en el sistema innovador de un país figura la existencia de recursos que garanticen la accesibilidad de la información tecnológica y la consecución fácil y barata de derechos de patente que permitan asegurar el retorno de las inversiones en I+D+i.

Algunas perversiones del sistema de patentes, como los patent trolls (que acumulan patentes sin ánimo de explotación comercial, sino para demandar a terceros en busca de indemnizaciones) o las estrategias de evergreening de las multinacionales (que persiguen perpetuar monopolios sobre tecnologías de dominio público), junto a los costes generales de uso del sistema de patentes, producen asimetrías a favor de los países más ricos, impiden la necesaria igualdad de oportunidades y desincentivan el esfuerzo inversor de las PYME.

2º.- EL CAPITAL INTELECTUAL: LA GENERACIÓN PÚBLICA Y PRIVADA DEL CONOCIMIENTO.

La segunda forma de capital necesaria en un ecosistema innovador es, obviamente, la generación de conocimiento competitivo a través de la I+D+i.

Los países mediterráneos, y este es cabalmente el caso de España, deben pasar de un patrón de crecimiento económico intensivo en mano de obra (la manufactura) a otro intensivo en conocimiento (la mentefactura). Y ello exige, obviamente, programas públicos de estímulo e inversión. Lamentablemente, mientras que estados como Israel dedican un 5% de su PIB a la I+D+i, España apenas llega al 1%.

Esta problemática está ligada al modelo de generación de I+D+i. Mientras en los países más desarrollados la innovación es esencialmente producida por la iniciativa privada, en los países del mediterráneo – España nuevamente incluida – la I+D+i es esencialmente pública y producida a través de Universidades, Parques o Institutos Tecnológicos.

La experiencia de varias décadas demuestra que el sistema público de innovación no ha conseguido transformar por sí solo el modelo productivo ni transferirle ventajas competitivas apreciables. No hemos conseguido pasar fácilmente de la I+D grandes a la i pequeña, esto es, a lo que se vende en el mercado, en parte porque nuestro sistema se rige por un principio de “investigación de oferta” (investigamos lo que creemos interesante) y no de “investigación de demanda” (esto, investigamos en función de las peticiones y necesidades del mercado).

Por ello, en mi opinión debemos dar protagonismo a la innovación producida y liderada por las empresas privadas. También, a los agentes privados del sistema de innovación, las empresas de consultoría y nuevas tecnologías del sector terciario avanzado, que son el puente necesario para que la investigación pública se rentabilice socialmente en forma de innovación competitiva.

Este modelo mixto, con predominio de la I+D+i pública ha demostrado asimismo en los países mediterráneos algunas carencias críticas en su enfoque a patentes (y no meramente a literatura científica) y en su habilidad, como decimos, para transferir al mercado los resultados de su actividad innovadora.

Algunas medidas correctoras podrían ser el incentivo curricular a la generación de patentes y start ups de base científica y una modificación estatutaria de los organismos de transferencia al mercado (como las OTRI universitarias), de modo que su composición y gestión estuviera liderada por empresarios.

3º.- EL CAPITAL HUMANO: HACIA LA SOCIEDAD DEL EMPRENDIMIENTO TOTAL.

La tercera forma de capital es el capital humano.

En la economía del conocimiento, la formación de nuestro capital humano es el factor crítico de éxito.

Ello obliga a impulsar una revolución de nuestro sistema educativo, vinculándolo al mercado, inculcando los valores de la exigencia y la excelencia, integrando el espíritu emprendedor en la formación de nuestros jóvenes y fomentando el pensamiento creativo y el talento, frente a la educación memorística, sumisa y “estandarizadora” que exigió la producción en masa de la revolución industrial.

Pero junto a la formación para la innovación, es preciso desarrollar una clase empresarial innovadora. Todo el conocimiento del mundo, cualquiera que sea su origen, público o privado, sólo puede convertirse en riqueza y empleo gracias a los empresarios.

Los países mediterráneos como el nuestro se enfrentan al reto de evolucionar desde un empresariado conservador (de industrias tradicionales, manufactureras, o que ha explotado ventajas comparativas naturales como el sol o la playa) a otro que innove y emprenda en nuevos modelos de negocio, con mayor aceptación del riesgo y visión de medio-largo plazo. Debemos pasar de una estrategia de volumen y precios bajos a otra de talento y valor.

La innovación y el emprendimiento son dos caras de la misma moneda, porque ambas se basan en la misma actitud personal de desafío, de búsqueda y autoafirmación.

Hacer de la innovación el objetivo de una sociedad exigirá en muchos países mediterráneos un profundo cambio cultural que incentive el riesgo y la responsabilidad individual. Para ello, lo hemos dicho muchas veces, es necesario mejorar la imagen social del empresario y combatir la excesiva penalización social y legal del fracaso empresarial.

La única forma de garantizar la competitividad de los países mediterráneos es migrar hacia una sociedad del emprendimiento total.

4º.- EL CAPITAL FINANCIERO: NUEVOS AGENTES

Finalmente, la última de las condiciones para la creación de un entorno innovador es la existencia de capital que lo financie.

Las sociedades mediterráneas deben pasar de un sector financiero muy bancarizado, a un entorno de escasez de dinero con el surgimiento de nuevos actores como el capital riesgo, los business angels o los mercados alternativos.

De hecho, en sociedades como la norteamericana, los business angels ya son la primera fuente de financiación del emprendimiento innovador.

En las sociedades mediterráneas, con un sistema financiero menos maduro, será necesario todavía que el Estado promueva fondos de capital semilla para las primeras fases del desarrollo empresarial. El dinero público debe estar al servicio del interés público que representa la innovación empresarial.

Concluyo, parafraseando a Druker, la principal herramienta de competitividad de las empresas y las sociedades es la innovación (la capacidad de crear nuevas soluciones) y el marketing (la capacidad de satisfacer a través de ellas las cambiantes necesidades de los ciudadanos).

Ambas herramientas exigen sociedades libres y estructuras flexibles que incentiven la creatividad individual y colectiva. En España y en muchos países del Mediterráneo queda todavía en este campo, desafortunadamente, mucho trabajo por hacer. Muchas gracias.

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